"...tengo una alfombra de jornadas y el tiempo hecho pelusa, de tanto enredarse en esa sensación pegajosa de la nada."
Comentario poemado de Noviembre 2008, escrito por J. de la Vega Z+-----[Poemas bajo tu balcón]


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Caverna feisbuk: Á LA RECHERCHE DU BALLE PERDUE

Á LA RECHERCHE DU BALLE PERDUE, Le première partie

Hace un rato, leí a un asaltador de cafés, hablar de su plaza y pensé, muy bien, hablaré yo de mi barrio, para no ser menos, que no se diga que sólo en Valladolid fardan.

El barrio donde vivo no me trae recuerdos de infancia, o quizás solo uno, fue una excursión campestre con mis padres, al desierto cercano a Madrid, (siempre pensé que mi padre se extravió aquel día, ya que pensaba ir al río Jarama, pero al ser tan orgulloso, lo negaba), me acuerdo de aquello, porque di una patada a una pelota y no volvimos a encontrarla, y buscamos hasta la tarde, guardo fotos del paraje, no de la pelota, así que no existen pruebas del suceso poltergeist, excepto mi palabra de niño.

Años después, de los 14 a 16 años, solía acercarme al mismo lugar, kilómetro más o menos, con el padre de un amigo rico que me eché, (no recuerdo donde le conocí, ya que él iba a un colegio de ricos, pero les aconsejo que se busquen amigos ricos, salen más a cuenta), así llegábamos a lo que entonces eran solo terruños de piedra y cristales de yeso, un secarral de brillos provocados por el mineral calizo, bajo un sol de infarto, ni un árbol ni un arbusto, ni bichos, solo extracciones de yeso a cielo abierto, con sus fábricas y silos, sus quemadores; su padre era propietario de una yesera como aquellas, que finalmente fueron absorbidas por Yecesa, todo eso discurría al borde de una carretera, que tras cuatro horas de atascos, desembocaba en las playas de Valencia y de Alicante.

Siempre me preguntaban el por qué me interesaba ir allí, la verdad es que el trayecto era en un cupé americano osmobile automático de los 70 con A/C, donde cada botón que apretaba movía o encendía algo; pero la razón más importante, era la esperanza (secreta) de encontrar mi pelota perdida de la infancia.

Cuando tenía 19 años, se empezaron a entregar pisos en la zona aislada, decenas de kilómetros en cualquier dirección sin ninguna forma de vida, fueron muchos los aplicantes, gente humilde, hijos de inmigrantes de campo de segunda generación, trabajadores rojeras y sociatas que confiaron en el lugar elegido por el sindicato y que buscaban vivienda asequible, algo ya imposible en otras zonas de Madrid, era la primera mitad de los ochenta y como invitaban a camaradas roqueros y cantautores nacionales y de la movida, para celebrar aquel entierro en vida, me acerqué a algún concierto para solidarizarme con aquellos colonos, en aquel desangelado corpúsculo de pisos en mitad de un erial, sin más barrio o infraestructuras que lo que se inventaron; trueque de subsistencia, porque entonces en el vecindario o eras social y compartías o perecías de sed y hambre.

Ya habían desmantelado casi todas las fábricas (ni yeso quedaba) y por eso pensaron en poner vertederos por la zona, con lo cual, la única referencia de civilización, era un puente que llevaba a la parada de un autobús en la vía contraria de la nacional III, y que paraba fatigosamente si te lanzabas sobre él, y además pagabas.
Una base lunar en un cráter con bloques de ladrillo rojo, hubiese ofrecido un espectáculo más esperanzador que aquel aislado barrio madrileño en mitad del vacío.
Yo vivía por entonces en un barrio (cuasi verdadero) de Madrid comparativamente, (el más cercano) a un millón de cabras de distancia, y me sentía feliz, hacía tres años que ya teníamos estación de metro y de Madrid al cielo se tardaba nada.

30 Julio 2014
Á LA RECHERCHE DU BALLE PERDUE, le deuxième partie


Mi trayectoria vital me hubiese alejado de aquella triangulación de las Bermudas, en el borde territorial de la ciudad madrileña, sino hubiese sido por la mejor amiga de mis hermanas.

Ella (la mejor amiga) y su novio (efecto colateral), eran denominación de origen del Valle del Kas, un barrio también madrileño, 18avo distrito, que transitaba entre lo que había sido la Villa de Vallecas (un pueblo absorbido en los límites de la conurbación madrileña en los años 50) y la entonces autopista M-30, cinturón de asfalto de la capital del Reino, que marcaba clases entre barrios de primera y barrios de segunda.

Los novios trabajaban ambos, no era fácil en los ochenta encontrar trabajo, pero con interés se conseguía, bastaba empeño. Hoy basta con salir de nuestras fronteras.

Ambos eran, asiduos asistentes a los conciertos del barrio situado en el desierto, y compraron sobre plano su pisito, esperanzados en que un día no muy lejano, una burbuja inmobiliaria uniese aquel paraje con su barrio vallecano o con el mío de entonces (algo que jamás ocurrió, aunque sí todo lo contrario).

Lo novedoso rozando los 80, fue el cierre del vertedero del margen izquierdo de la N-III (mirando hacia el mar) y la puesta en marcha en el margen derecho de la N-III (mirando hacia el mediterráneo de Serrat) a 5 km de mi futuro barrio (desde donde escribo) de un nuevo megamacro-vertedero, el más ambicioso de la CEE, donde fueron a parar por décadas, toda la basura producida por cuatro millones de habitantes y sus mascotas. Aún continúa imbatible y acumulando, porque ya no quedan desiertos circundantes, y nunca se pensó que todo tiene un límite. Los políticos son como los Masái, en su versión incivilizada, no conocen la palabra futuro.

Obviamente sus alrededores, fueron declarados zona no habitable, pero por mi relato habrán comprobado que hasta el momento no habitaba nadie, a mí no me pareció mala idea, quizás aquel desierto, cumplía su misión de agujero negro (ateniéndose a mi experiencia pelotera) y trasladaba todo lo que caía en él a sus antípodas, es decir, geográficamente al sur-este de la isla norte de Nueva Zelanda, en la región de Hawke's Bay (en maorí Heretaunga)

Imaginarán sus mentes científicas que la teletransportación no existe, pero sí las incineradoras, así que cuando inauguraron las tres chimeneas de cremado en aquel basurero gigante, las dioxinas y desechos cancerígenos, no llegaron a las antípodas de la tierra, pero sí al nuevo barrio, en el desierto de mi infancia, sí a los barrios y poblaciones híper-pobladas del sur y este madrileño.

¿La pregunta es? ¿aquél paraje era realmente un espacio deshabitado?, desde mi experiencia lo era, pero hoy sabemos que la experiencia engaña, porque entre esos nuevos pisitos para rojos, en ladrillo rojo, en un desierto ocre y el súper-basurero en el margen opuesto de la N-III que miraba al mar, transcurría un camino Real, más que camino, Cañada, la Real Galiana, que baja desde la Rioja hasta la Mancha, seguramente transitada por Don Quijote en su momento literario. Cañada Real que ya en los años 60, a su paso por Madrid, fue motivo de asentamientos humanos, vía chabolismo, aprovechando su carácter de dominio público como vía pecuaria.
Pero, lo que no se visibiliza no existe, y a las autoridades del momento en la capital, y Ay-untamientos circundantes, el hecho les parecía marginal, al fin y al cabo, chabolistas al pie de un vertedero o en su siguiente escala social, trabajadores con enseña comunista, no debía preocupar frente a un proyecto desarrollista de una ciudad en auge aceptada en Europa, el capitalismo tiene esas cosas, es inevitable el generar despojos y piojosos.

Volviendo a la mejor amiga de mis hermanas, había dos cosas ineludibles socialmente por entonces (en nuestro entorno de clase media baja), una, celebrar la compra de un nuevo coche, y ellos estrenaban un seat ibiza negro (aunque ningún botón pulsado encendía o movía nada y además el aire entraba sólo con la ventanilla bajada), aquel envidiado bólido, lo habían comprado con un préstamo que imagino duró más que la máquina; además, el evento automovilístico incluía, ir a recogernos, llevarnos al desierto recién colonizado y observar como los albañiles daban forma a lo que sería su hogar con tabiques de una rasilla y yeso autóctono, como extra, en una de las primeras terrazas del barrio, unos aperitivos de cortezas de cerdo y unas cañas, a todo lujo.
Mi madre, con su sexto sentido alerta, preocupada al saber de la visita en nuevo coche, recordó que en aquel lugar ser perdió mi pelota, como alertando que toda precaución era poca, y aunque no era creyente, se persignó tres veces y preparó para la noche, un guiso de conejo en pepitoria con sus cuatro patas.

La segunda cosa, era la entrega de llaves y como consecuencia enseñar la casa, eso significaba mucho más que el matrimonio o dar a luz vástagos (hasta los más pobres tienen prole y se casan)

Los pisos he de reconocer que me parecieron espaciosos, y desde las ventanas la puesta de sol, una de las más hermosas jamás vistas; la lástima era que si el viento del sur soplaba, un tufo místico recordaba que a pocas cabras de distancia, contando cagarrutas de artiodáctilos por la cañada Real, como Pulgarcito, podías alcanzar una hondonada con montañas de basura, donde toda la miseria consumista de Madrid se transformaba en detritus y veneno no-homeopático.

2 de Agosto 2014
Á LA RECHERCHE DU BALLE PERDUE, le troisième partie


Aquellos pisitos del desierto de yeso, tenían más metros que mi barrio con .

Los pobres nunca pensamos en la calidad de vida, porque la calidad que te cuelan tiene un precio impagable, y se cuentan las monedas y se recuentan y los billetes se giran y se organizan y se doblan para no salir de pobre; viajar a otra condición es sólo para ricos. Los ricos no cuentan nunca las monedas, unicamente las tiran a una piscina enorme y nadan sobre ellas [alegoría de tebeo infantil, que descubrí verdadera]

En mi barrio, donde crecí, mi familia era de seis entre miembras y miembros, en escasos sesenta metros cuadrados, 15 metros eran de salón, que se mantenía en orden por si venían visitas, 5 metros de baño compartido que por ser único chico tenía sus desventajas, 5 metros de pasillo por donde se pasaba en continuo tránsito, 4 metros de terraza, donde mi padre me explicó que las estrellas son el pasado y la noche poco menos que recuerdos aleatorios de fuegos de artificio.

10 metros de cocina, reino de mi madre, donde la radio inundaba el resto de la casa con radioseriales y olores a memorias de potajes, asados y refritos... con voces muchas voces.

Dormitorio de matrimonio, dormidera con literas para ellas y un cuarto de estar televisivo, que ocupaba mi cuerpo por las noches cuando la carta de ajuste lo ordenaba, me dejaban solo y la pared bajaba.

Con tantos metros propios, mi espacio era la calle, allí nos juntábamos niños y niñas, mientras los ritos familiares no exigían nuestra presencia de mocosos.

La adolescencia, se hacía mucho más apretada si la vida no te arrastraba fuera de la vida de los tuyos, y en mi hogar nadie se dejaba arrastrar, así que los metros se redujeron y yo deseaba emular a mis 16 años la película en blanco y negro del increíble hombre menguante, y disponer de sitio y combatir arañas con espada.

Pero sólo conseguí combatir arañas con pisotones y sentado en bancos sin monedas, temer un desierto de dunas adolescentes y arenas movedizas.

3 Agosto 2014
Á LA RECHERCHE DU BALLE PERDUE, le quatrième partie


Aquellos pisitos del desierto de cristales, tenían desde su inicio, más zonas verdes que mi barrio y sus calles.

Según escribo y pienso o justo al contrario, que todo es eso, intento recordar un parque y no lo consigo, o el que recuerdo, quedaba tan lejos que era una aventura, con distancias y tiempos de adultos, no de niños.

Sin embargo, para un chiquillo eso es secundario, igual le sirve un campo de minas que una selva. ¡Qué cosas digo! mucho mejor un campo de minas. (humor argentino)

Por lo menos, teníamos un montón de colegios (nacionales, así se denominaban), con nombres de guerra o de reyes o santos.

Yo tardaba diez minutos corriendo en llegar al mío, siempre lo hice corriendo.

En clase, era tan listo de pequeño que nunca aprendí a estudiar. Todo el tiempo que podía en la escuela lo usé aprendiendo a que nadie me hiciese daño.

Al terminar la enseñanza primaria con notas de buen estudiante, todo era falso, no era capaz de estudiar más de 10 minutos seguidos, y sin embargo si era un genio controlando por horas o días mis emociones, aunque eso sólo impresionase a mis padres y hermanas -¿conducta excelente? ¡cómo narices consigues engañarlos!

Si además hubiese tenido memoria me habrían llamado portento, talentoso, pero dominar las emociones requiere olvidarlo todo. ¿Por cierto, sobre quién escribo?

En mi barrio de entonces, aunque no había parques, excepto en el proyecto, había arbustos aquí y allá, árboles allá y aquí, e imaginación infantil, capaz de convertir un secarral en barro, rompiendo cañerías.
Embarrarse es algo que recuerdo, daba igual el mes del año, la estación o el tiempo, la predicción era: charcos.

La adolescencia, tampoco es parte de mi memoria, pero presiento que no fue buena. Las chicas dejaban de jugar a los mismos juegos, embarrarse ya no era bien visto y aprobar los exámenes requería horas seguidas de estudio, algo que yo no podía.
Mis nuevos amigos decían que era el momento de perseguir a chicas y manosearlas, pero ellos tenían bigote de tres pelos, y yo no tenía ni un pelo de tonto. Supongo que sobreviví aquellos años, porque era capaz de controlar mis angustias y olvidarlo todo.

De mi ser niño-grande y zagal, aún me queda alguna imagen del pueblo de mis padres, allí yo representaba un elemento exógeno, aunque bien conocido.
En el verano y navidades, a veces incluso durante semana santa, recibían al chico de los madriles, y yo, con verborrea desbordante y con dicción sin acentos, les decía todo lo que querían oír y su imaginación calenturienta necesitaba.
Claro, no era el único especîmen que vivía en Madrid de padres emigrantes, había muchos más, pero sus historias no eran ni de lejos las que yo contaba sobre la capital del reino, y así, cuando nos confrontaban, yo les respondía, Madrid no es Móstoles, tampoco Fuenlabrada, Alcorcón, ni Parla, ni Pinto...
Y los pobres callaban, era cruel lo sé; pero nunca dije que yo no lo fuese, dejar de serlo me costó mi edad adulta y renunciar a ser madrileño o como leí hace poco: "capitalista", ¿lo pillan?, a mí me costó siendo tan sabio.

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